Las figuras facilitadoras del proceso de atención

Funciones y competencias profesionales

• Las principales funciones y competencias del / de la profesional de referencia son las siguientes:
  • Comunicación con las personas y generación de una relación de confianza
    • Reforzar vínculos emocionales y de confianza de la persona usuaria y de su familia.
    • Mostrarse cercano y disponible.
    • Servir de apoyo y de referente de seguridad a la persona y a la familia en la incorporación y adaptación inicial al centro o servicio.
    • Saber dar apoyo y aliento en los momentos de mayor vulnerabilidad y sufrimiento.
    • Facilitar la comunicación con la persona y la familia.
  • Conocimiento de cada persona
    • Acercarse a la biografía y proyecto de vida de cada persona.
    • Conocer las necesidades, lo que para la persona es importante y sus preferencias en relación a la atención.
    • Identificar las competencias de la persona, dando valor y reconocimiento a sus capacidades mantenidas.
    • Observar y descubrir en el día a día:
      • Lo que le agrada y le genera bienestar y lo que le produce malestar.
      • Sus opciones para tomar decisiones y tener control sobre su vida cotidiana (capacidades, oportunidades y apoyos que precisa)
  • Búsqueda de recursos que generen capacidad y bienestar  
    • Saber reconocer los recursos que tiene la propia persona y facilitar que la persona los identifique.
    • Encontrar y propiciar oportunidades de capacidad y bienestar (espacios, momentos, actividades, etc.)
    • Identificar recursos externos a la persona (en las familias y amistades, en la comunidad…)
  • Apoyo al plan de atención y vida
    • Participar en su diseño, junto con los/as profesionales del equipo técnico.
    • Apoyar la participación e implicación de la persona usuaria en su propio plan.
    • Apoyar y velar por el desarrollo del plan de atención y vida.
    • Observar y aconsejar en el seguimiento del plan de atención y vida.
  • Coordinación, continuidad y coherencia de las intervenciones
    • Gestionar la información personal necesaria para su adecuada atención.
    • Comunicarse y coordinarse con la familia y las personas allegadas.
    • Comunicarse y coordinarse con el resto del equipo profesional.
    • Saber “pedir ayuda” al resto del equipo, identificando situaciones que pueden ser objeto de una atención especializada.
• Además, la experiencia nos dice que, la figura del/de la profesional de referencia funciona mejor cuando:
  • Desempeña su papel desde el primer momento, es decir, facilitando la acogida a la persona y a su familia cuando llegan al centro o servicio.
  • La persona usuaria y el/la profesional de referencia se aceptan mutuamente y hay posibilidad de hacer cambios.
  • Parte de la biografía y proyecto de vida para capacitar y apoyar a las personas.
  • Busca soluciones y genera ideas. Es proactivo/a. Tiene iniciativa y no se muestra pasivo/a, esperando a que otros/as profesionales le pauten todo lo que tiene que hacer.
  • No actúa sólo/a. Se coordina con los/as profesionales. Pide ayuda y consejo a otros/as profesionales, sin por ello dejar de implicarse en la situación.
  • Las tareas de cuidados asistenciales se combinan y desarrollan desde la empatía y el apoyo emocional.
  • Los cometidos del / de la profesional de referencia no se limitan a acciones asistenciales. Son amplios y vinculados en todo momento al logro de que la persona se sienta bien (apoyar en el ingreso, observar, preguntar, estar atento/a a los cambios, animar…).
  • Se limita la rotación de los/as profesionales en el centro o servicio y éstos/as permanecen durante periodos de tiempo largo o de forma definitiva con las mismas personas usuarias.
  • Se evita la excesiva “burocratización” de su labor. Su labor no es sólo la de cumplimentar registros o partes de incidencias.
  • Sus competencias están descritas y son ejercidas con responsabilidad.