Hasta el presente, el modelo más habitual en la atención a las personas con discapacidad en relación con su sexualidad ha sido el modelo de riesgos: las intervenciones se planteaban para responder a conductas inapropiadas o desajustadas, que resultan problemáticas, o cuando los familiares manifiestan su preocupación por determinadas actitudes de la persona.
Lógicamente, las limitaciones de este enfoque determinaron un avance hacia el denominado modelo biográfico-profesional. En su marco, conviene que los servicios desarrollen planes estructurados y permanentes, planificados desde un enfoque positivo de la sexualidad, que integren programas de educación sexual enmarcados en la planificación centrada en la persona. En su marco, los servicios de apoyo tienen que:
- Garantizar, en la filosofía de los servicios y en las pautas de atención aplicadas en su marco, el respeto al derecho a la privacidad, la intimidad y la dignidad de la persona.
- Velar por la protección de las personas con discapacidad y, sobre todo, por que aprendan a autoprotegerse de los riesgos asociados a las actividades sexuales.
- Desarrollar una educación sexual en positivo, que les permita vivir los afectos y la sexualidad de la forma más natural posible, siendo los únicos límites las situaciones en las que la persona no tiene capacidad para consentir o las situaciones en las que se observa, a pesar del consentimiento, una situación de abuso.
- Fomentar las habilidades de relación interpersonal.
- Planificar los programas de educación sexual de forma sistemática, estructurada y fácilmente comprensible.
- Adoptar un enfoque multifocal en las intervenciones, que tenga presente el papel de las y los profesionales así como, en su caso, el de los familiares.