Una de las formas más efectivas de hacer frente a las conductas problemáticas de las personas con discapacidad a las que prestamos apoyo es afrontar nuestros propios sentimientos acerca de sus conductas, porque la fuerza de lo que sentimos -ya sea frustración, rabia, depresión, angustia, desesperación o incluso miedo- afecta a nuestra manera de reaccionar cuando la persona presenta una conducta problemática.
Son emociones muy reales y pueden tener un impacto negativo en nuestra salud física y mental, además de impedirnos actuar como deberíamos, es decir, de acuerdo con lo pautado en el plan de apoyo conductual.