El envejecimiento de la población con discapacidad es un fenómeno de relativamente reciente aparición, muy asociado a las mejoras alcanzadas en relación con la calidad de vida y con la calidad de la atención social y sanitaria. Con su aparición se origina la necesidad de adaptar la red de recursos para dar respuesta a una demanda muy específica, inexistente hasta la fecha, y procedente tanto de personas ya atendidas en los dispositivos residenciales y de atención diurna que requieren adaptaciones en las formas de atención, como de personas que han permanecido hasta el inicio de su proceso de envejecimiento en el seno familiar y requieren, por primera vez, cuidados permanentes desde la red de servicios sociales.
Ante este nuevo reto, es esencial desarrollar, con cautela, una reflexión serena acerca de cuáles son las vías y soluciones de servicio más adecuadas para dar respuesta a estas necesidades, tratando de contrastar las ventajas e inconvenientes de las tres principales líneas de actuación que, a priori, parecen abrirse y que, tratando de responder a las necesidades y preferencias individuales, podrían, posiblemente, compatibilizarse, en la medida en que la diversidad de necesidades y preferencias aconseja también una diversidad de fórmulas de atención:
Adecuar los recursos y adaptar los servicios que actualmente estamos proporcionando a personas con discapacidad a la población que está envejeciendo.
Desarrollar servicios específicos, especializados para este grupo de envejecimiento.
Integrar a las personas con discapacidad en los servicios sociales destinados a las personas mayores.
Es necesario estudiar, sin precipitación, las posibilidades existentes, ver a qué casuísticas pueden ajustarse unas u otras soluciones, aprender de las experiencias ya desarrolladas en nuestro entorno inmediato, así como en ámbitos más alejados pero con mayor experiencia en la búsqueda de soluciones a este fenómeno emergente.