La familia es el primer marco de socialización de cualquier individuo, y ello en todos los ámbitos, incluido el sexual. Es el lugar en el que emerge la propia identidad sexual, y donde se establecen actitudes, valores y pautas en la relación que una persona mantiene con su propio cuerpo y en el contacto físico con otras personas en un medio familiar e íntimo; es también el ámbito en el que puede aflorar por primera vez la curiosidad por las experiencias eróticas y también sus manifestaciones en la intimidad, como la masturbación, la visualización de material pornográfico u otras.
En el caso de las personas con discapacidad, dado que su red de relaciones sociales suele ser reducida, la influencia educativa de la familia y del personal de apoyo es mucho mayor que en el resto de la población. Esto es especialmente acusado en el proceso de socialización de las personas cuya discapacidad no es sobrevenida. De ahí que resulte esencial que exista una relación de colaboración, apoyo y comprensión entre las y los profesionales que intervienen en la atención y los familiares de los que más directamente depende la persona con discapacidad, relación que puede establecerse con mayor facilidad si se facilita su inclusión y participación en el proceso de intervención.
Esta necesidad puede a veces generar alguna confusión con respecto a quién es realmente la destinataria de la intervención: la persona con discapacidad, su familia o ambas. Lo cierto es que si bien es importante no perder de vista que la destinataria es la persona con discapacidad, en la medida en que ella es la protagonista de su propia vida, simultáneamente, las y los profesionales deben ser conscientes de que necesitan a la familia y de que tienen que contar con ella, pues, en muchos casos, en ella recae la adopción de decisiones que afectan a la vida sexual de la persona con discapacidad, cuando esta no tiene capacidad de decisión y está sujeta a la tutela de algún familiar. En todo caso, es esencial actuar con prudencia y tratar de encontrar el justo equilibrio entre la necesidad de garantizar los derechos mediante la articulación de intervenciones y la necesidad de garantizar la menor intromisión en la vida íntima de la persona.
La literatura especializada, cuando aborda la sexualidad de las personas con discapacidad, cae con frecuencia en la tentación de presentar una situación muy poco matizada: por un lado, suele señalar a la familia como un obstáculo a la sexualidad de la persona y, por otro, presenta a las y los profesionales de los servicios como favorables a la expresión sexual de estas personas. Aunque esta situación pueda darse, es importante no asumir lugares comunes ni hacer juicios precipitados que no nos ayudarán a encauzar las soluciones y, para ello, conviene que no perdamos de vista algunos aspectos que modulan la percepción de las diferentes partes:
No obstante, tanto la propia expresión erótica como la verbalización de esas vivencias están muy limitadas en el seno familiar, de ahí que el personal de apoyo tenga una labor importante que realizar al respecto, puesto que el medio en el que se mueven las y los profesionales abre mayores posibilidades de comentar y discutir estas cuestiones, sin tener que enfrentarse a los límites marcados en el ámbito familiar.
Pautas de actuación para familiares
Las siguientes pautas básicas de actuación pueden ayudar a las y los familiares a la hora de tratar la cuestión de la sexualidad con las personas con discapacidad