La vida está llena de hechos y situaciones impredecibles y la capacidad de una persona para hacerles frente es la que determina que afecten o no a su equilibrio y a su bienestar emocional. Las personas con discapacidad pueden tener mayores dificultades para hacer frente a tales situaciones, lo que genera en ellas mucho estrés que, a su vez, impacta en su bienestar emocional. Cualquier cambio en las rutinas puede, de hecho, incrementar la ansiedad, en particular en el caso de personas con discapacidad intelectual o trastornos del desarrollo y en el caso de personas con grave deterioro cognitivo.
Interesa, por lo tanto, que el personal promueva cierta predictibilidad en la vida de estas personas, recurriendo para ello a métodos de introducción progresiva de nuevas rutinas y manteniendo siempre a la persona informada, mediante, por ejemplo, el uso de tablas o calendarios visuales de actividades, explicando previamente de manera informal las actividades que se van a realizar.
En este aspecto, es muy importante la coordinación tanto con la familia como con las y los distintos profesionales de apoyo de los diversos recursos -residenciales, ocupacionales, de día, etc.-, con el fin de que todos ellos manejen la misma información en relación con los cambios en la vida de la persona, sus preferencias de ocio, sus relaciones familiares y sociales, y así poder situar a la persona en el centro de las actuaciones.