(…) El conjunto de profesionales que trabajan en los dispositivos y servicios de acompañamiento se mueven entre grandes y variadas exigencias; acompañar a las personas en sus procesos de cambio y desarrollo de sus potencialidades y capacidades, fomentar al mismo tiempo que las personas sean competentes socialmente y que sepan responder a las exigencias de una sociedad exclusógena en plazos de tiempo medios o cortos y simultáneamente, dar respuesta a las situaciones de necesidad y/o urgencia de las personas participantes en los programas.
Toda esta complejidad se une a la consustancial que plantea la práctica del acompañamiento, entendida como una relación de ayuda intensa y comprometida con la persona atendida, y se adereza con unas condiciones de trabajo que en ocasiones son de alta temporalidad, bajos salarios, trabajo en solitario o sobrecarga en el puesto.
Además, el contexto en el que trabajamos se ha complejizado; y existe un incremento en la diversidad de los perfiles atendidos, una mayor exigencia respecto a la calidad en nuestra atención por parte de la población usuaria, una importante variabilidad en las estructuras institucionales y un gran incremento de las demandas.
Nos movemos pues en un contexto de trabajo muy complejo, en el que nos podemos preguntar: ¿Quién acompaña al que acompaña?
La formación continua y la supervisión pueden ser elementos que contribuyan a afrontar esta realidad, a mejorar nuestra práctica y a evitar que caigamos en situaciones de bloqueo o burn out (síndrome del trabajador quemado). (…)