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El concepto de menor víctima de violencia de género en el ámbito familiar

Holden (2003) propone que la acepción “menores expuestos” desarrolla una taxonomía en la que describe 10 tipos de exposición posibles, los cuales suponen formas de maltrato infantil:

  • Perinatal: Violencia física/psicológica/sexual hacia la mujer durante el embarazo y los consecuentes cambios organísmicos que se producen en el feto como consecuencia del estrés que se genera en la mujer por la violencia sufrida.
  • Intervención: describe situaciones que las que niños y niñas intentan hacer o decir algo para proteger a la víctima.
  • Victimización: ser objeto de violencia psicológica o física en una agresión a la adulta.
  • Participación: vigilar a la madre a petición del agresor, colaborar en las desvalorizaciones hacia ella, hacer cómplice al menor de la violencia.
  • Ser testigo presencial: durante las agresiones, los menores están expuestos en la misma habitación o muy cerca desde donde se produce la violencia.
  • Escucha: desde otra habitación.
  • Observación de consecuencias inmediatas a la agresión: los niños y las niñas ven moratones, heridas, objetos y mobiliario rotos, ambulancias y policía, reacciones emocionales de gran intensidad en adultos.
  • Experimentar las secuelas: sintomatología materna a consecuencia de la violencia, separación y fin de la convivencia, cambios de residencia.
  • Escuchar sobre lo sucedido: habiendo o no presenciado la situación, puede tener conocimiento sobre el alcance de las consecuencias, y hechos concretos de la misma, al oír conversaciones entre adultos.
  • Ignorar los acontecimientos: porque sucedieron en ausencia de los menores o lejos de la residencia familiar. (…)

Entre los mitos de la violencia de género se encuentra la idea que el maltrato a las mujeres no afecta a su descendencia. Sin embargo, los comportamientos violentos de los padres maltratadores afectan a sus hijos e hijas de manera directa, tanto por los efectos que se producen sobre el desarrollo infantil y adolescente a nivel bio-psico-social, como por los efectos que se producen por la frecuencia de los comportamientos violentos de los padres maltratadores.

El estudio realizado por Espinosa (2004) destaca una serie de consecuencias co­munes, tanto de la exposición directa, como de la indirecta, a la violencia de género.  Lo que varía es la intensidad de la sintomatología que pre­senta cada menor, así como la intervención que se deberá realizar para la recuperación de estos efectos sobre su desarrollo:

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