El concepto de reducción de daños, proveniente del ámbito de la atención a drogodependencias, aporta una perspectiva interesante a nuestro concepto de acompañamiento social. Los llamados Programas de Reducción de Daños y Riesgos han pretendido dar una respuesta a las diferentes problemáticas asociadas a los usos de ciertas drogas. La reducción de daños se ha convertido en la alternativa a los enfoques basados en la abstinencia y centrados en un modelo punitivo, para pasar a un modelo más orientado a los deseos y posibilidades reales de las personas, intentando disminuir los efectos contraproducentes del uso de drogas. En definitiva, la idea es que si se desea consumir drogas se haga con la mayor seguridad posible.
Se trata de ofrecer planteamientos más pragmáticos y menos sujetos a moralismos alejados de la realidad. Esta perspectiva, aplicada al ámbito del acompañamiento pretende tomar en cuenta la diversidad de personas, situaciones de necesidad y momentos vitales con los que se trabaja. No siempre será posible, como se ha dicho, culminar un proceso de incorporación social calificado como exitoso, entendido como el posicionamiento de la persona en zonas de integración.
Pero, en ocasiones, pequeñas mejoras, cambios o simplemente el mantenimiento o no empeoramiento de la situación personal, pueden suponer indicadores que han de ser tenidos en cuenta y valorados como metas válidas. Por ejemplo, la recuperación paulatina de algunas competencias personales, yendo desde los estadios más afectados a una situación progresivamente más normalizada en lo relativo, por ejemplo, a la salud o al área personal, puede ser muy importante para el bienestar y para la dignidad personal, aunque no sea posible iniciar un proceso de incorporación laboral.