Una vez seleccionada la habilidad que vamos a enseñar debemos establecer un objetivo claro en el que todas las personas que participemos en el proceso estemos de acuerdo.
Pongamos un ejemplo: un área que habitualmente se utiliza para enseñar nuevas habilidades es la cocina. El objetivo general es que la persona adquiera cierta autonomía para cocinar, pero es indispensable establecer objetivos más específicos (cómo preparar una tostada, hacer un zumo, etc.), no sólo porque la concreción facilita la enseñanza y el aprendizaje, sino porque también ayuda a saber exactamente cuándo se ha alcanzado realmente el objetivo.
Al establecer los objetivos puede resultar útil fijar un plazo máximo de tiempo para su aprendizaje, porque sirve de estímulo para agilizar el proceso y marca una fecha en la que la habilidad se debe evaluar. La fecha debe establecerse teniendo en cuenta diferentes factores:
la frecuencia con la que la persona tendrá la oportunidad de practicarla;
el grado de complejidad de la tarea;
las habilidades que ya posee;
las habilidades de enseñanza del personal;
la motivación para aprender que muestra la persona con discapacidad;
el número de personas que intervienen en la enseñanza de la tarea y su consistencia como grupo.