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La naturaleza de la relación de apoyo

La relación de apoyo que se crea entre las y los profesionales de los servicios residenciales y las personas con discapacidad que allí residen pueden, como cualquier otra relación, ser o no ser positivas, cercanas, intensas, o satisfactorias. Sean como sean, esas relaciones existen y conviene establecer algunas pautas que nos ayuden a garantizar que siempre sean adecuadas.
 

  • La naturaleza de la relación de apoyo
     
    • En todas las relaciones interpersonales existen responsabilidades y compromisos y eso también sucede en la relación de apoyo entre quienes trabajamos en los servicios residenciales y las personas con discapacidad que viven en esos servicios.
       
    • Con todo, las relaciones que surgen en el ámbito residencial presentan especificidades:
       
      • Vienen determinadas por el hecho de que lo relacional forma parte intrínseca de las tareas encomendadas a las personas profesionales. En efecto, en cualquier relación de trabajo, la responsabilidad del trabajador es desempeñar su función todo lo bien que resulte posible con los medios que se ponen a su disposición. En cambio, cuando el trabajo consiste en prestar apoyo a otra persona, la responsabilidad profesional va más allá, en la medida en que la adecuada ejecución de las funciones viene muy condicionada, además, de por la calidad y por la forma en que la persona atendida percibe el apoyo, por la calidad de la relación que se establece.
         
      • En la relación de apoyo existe una relación de poder y ejercer ese poder conlleva importantes responsabilidades para las y los profesionales que intervienen en la atención residencial. Debemos ser conscientes de ello cuando desarrollamos nuestra función de apoyo y debemos ser conscientes también de la influencia y el control que puede ejercer el servicio sobre la vida de las personas a las que atiende. Para favorecer esta toma de conciencia, la filosofía que subyace a la Planificación Centrada en la Persona pretende restablecer el equilibrio en la relación, otorgando a la persona no sólo la posibilidad de participar en la planificación de su vida cotidiana, sino sobre todo la posibilidad de estructurar esa planificación en torno a su proyecto de vida, teniendo en cuenta no sólo sus necesidades sino también sus capacidades, sus preferencias, sus deseos y sus objetivos. Debemos tener muy presente que la relación de apoyo profesional debe orientarse a:
        • Empoderar a la persona atendida.
        • Prestarle apoyo tanto emocionalmente como en la vida práctica.
        • Constituir una fuente de conocimiento y un modelo de aprendizaje.
        • Constituir una experiencia significativa y satisfactoria.
           
      • En la relación de apoyo no siempre es fácil definir el marco relacional y deslindar lo profesional de lo personal. Con todo, las siguientes orientaciones pueden servir de referencia:
        • Un elemento fundamental para la buena estructuración de la relación y para su equilibrio es no perder nunca de vista que, en la prestación de apoyos en el entorno residencial, la función profesional se ejerce en el lugar en el que viven las personas a las que se prestan esos apoyos: el lugar de trabajo de unos es el lugar de vida de otros.
        • En la relación con la persona atendida, debemos actuar siempre con pleno respeto de su dignidad.
        • Las relaciones entre profesionales y personas usuarias son naturales e inherentes a la prestación de apoyos. Estas relaciones pueden llegar a ser muy intensas y pueden ser muy positivas, pero también pueden tener componentes muy negativos, de modo que, en determinados casos, conviene analizarlas y, en su caso, reorientarlas para que siempre garanticen una buena calidad de los apoyos.
        • La relación debe mantenerse en el terreno profesional y en las y los profesionales recae la responsabilidad de que así sea.
        • Las personas profesionales debemos aprender a gestionar de forma adecuada nuestras propias emociones como parte de nuestra tarea profesional de apoyo.
           
  • La calidad de la relación de apoyo
     
    • Todas las personas aprenden a conocerse y a desarrollar sus sentimientos de satisfacción y de confianza en sí mismas a través de la mirada que de ellas les transmiten los demás. Las y los profesionales de los servicios residenciales debemos tenerlo presente y ser conscientes de que, en función de nuestra actitud, las personas a las que atendemos podrán sentirse heridas, rechazadas, insultadas o menospreciadas o, a la inversa, sentirse contentas, queridas, implicadas y respetadas.
       
    • Es un hecho que las relaciones con las y los profesionales de apoyo que les atienden en el medio residencial constituyen una parte esencial de las relaciones interpersonales que mantienen muchas personas con discapacidad, de modo que en el personal recae, en gran medida, la responsabilidad de conseguir que se sientan bien consigo mismas. Capacitar y enseñar son actividades que forman parte del trabajo y que contribuyen a que la persona vaya elaborando una imagen positiva de sí misma; por el contrario, emitir juicios sobre su personalidad o carácter, criticarles habitualmente, corregirles continuamente, etiquetarles o actuar como si no estuvieran presentes no les ayuda a mejorar su autoestima.
       
  • La flexibilidad y el disfrute en la relación de apoyo.
     
    • En los servicios de atención a personas, debido precisamente al protagonismo que en ellos adquiere el factor humano y relacional, las cosas no siempre resultan como se habían previsto inicialmente y conviene saber adaptarse y acomodar las funciones y tareas profesionales a esos imprevistos.
       
    • Aunque la rutina esté estructurada en sus pautas generales, siempre es posible y necesario dejar cierto espacio para la espontaneidad y para el disfrute. Hay que permitirse romper la rutina y aprender a establecer un funcionamiento que se adecúe a las necesidades de las personas usuarias, en lugar de tratar de ajustar las necesidades de las y los residentes a las características y a las pautas de funcionamiento del servicio. Si el sistema es excesivamente rígido, se ajusta mal a las necesidades y preferencias de las personas y dificulta su implicación activa, las posibilidades de que suponga una mejora de su calidad de vida son muy limitadas.
       
    • Y la mejora de la calidad de vida es precisamente el objetivo último de nuestra intervención, de modo que nuestra principal responsabilidad es ayudar a las personas con discapacidad a desarrollar al máximo sus capacidades, a ser más independientes y, en definitiva, a disfrutar al máximo de una vida plena.
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