La implicación de las y los profesionales en los aspectos que afectan a la sexualidad de las personas con discapacidad varía, lógicamente, según sus funciones y responsabilidades, pero es indispensable que todos ellos, sea cual sea su función en la organización, conciban la condición sexual de las personas usuarias como una faceta más de su vida y, por lo tanto, como una realidad merecedora de atención y de un trato digno.
De acuerdo con el modelo biográfico-profesional que, como se ha dicho anteriormente, se toma como referencia en el marco de esta Guía, es necesario que las y los miembros del personal dejen sus valores personales y sus propios criterios en un segundo plano, para poder atender a las personas partiendo de los deseos y necesidades que éstas plantean, coincidan o no con su visión de la sexualidad y la afectividad. Es importante que sean conscientes de que se educa también con la actitud, por lo que deben encargarse de ofrecer un entorno coherente en el que no haya contradicciones y donde sus actitudes sean siempre respetuosas con la diversidad sexual, tanto en lo que se refiere a las orientaciones como a las prácticas sexuales. Es conveniente partir de la autoconciencia, el autoreconocimiento y la empatía para ponerse en el lugar del otro y evitar proyectar los propios temores y prejuicios.
Sin duda, en su actuación, se plantean cuestiones que tienen un contenido ético y éstas son tanto más frecuentes e importantes cuando mayor es la dificultad de la persona atendida para comprender, expresar y gestionar sus deseos y necesidades. En esta materia, como en otras, las pautas de actuación deben modularse en función de la capacidad de la persona. En el caso de las personas con graves dificultades para adoptar decisiones por sí mismas y para organizar su propia vida, las intervenciones deben ajustarse para evitar frustraciones innecesarias; en efecto, las posibilidades de que expresen su sexualidad con pleno dominio de lo que están haciendo y de su significado pueden ser muy limitadas, de ahí que resulte imprescindible que el personal desarrolle un trabajo orientado a la comprensión, el acompañamiento y la prestación de apoyos, integrando en él pautas orientadas a la disminución de las conductas socialmente desajustadas que podrían constituir una importante fuente de frustración para la propia persona. Para conseguirlo, es necesario ofrecer formación al personal de atención, tanto en relación las directrices de la institución con respecto a estas cuestiones -directrices que, en todo caso, deberán ajustarse a las previsiones del marco legal vigente- como en relación con las consideraciones de corte ético que inciden en estas actuaciones.
De forma muy sintética, puede decirse que existen una serie de factores que favorecen una buena actuación de las y los profesionales como agentes en la educación sexual para las personas con discapacidad:
Pautas de actuación
Para una correcta intervención, caben diferentes modalidades de actuación, casi siempre complementarias: