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Consecuencias emocionales y conductuales del Daño Cerebral Adquirido

Depresión

Los sentimientos de tristeza, frustración y pérdida son habituales después de sufrir una lesión cerebral. Constituyen una reacción normal a los cambios provocados por éste. Si estos sentimientos se hacen insuperables, persisten a lo largo del tiempo o interfieren con el proceso de rehabilitación, la persona puede caer en una depresión.

Los síntomas de la depresión tienen una prevalencia alta entre las personas con daño cerebral adquirido, dada la sucesión de pérdidas a las que deben hacer frente y a las dificultades para recuperar el control sobre su vida tras sufrir la lesión. Dado que muchos de estos síntomas también pueden formar parte de la sintomatología propia del daño cerebral adquirido, su aparición no debe llevar necesariamente a concluir que la persona sufre una depresión; es fundamental destacarlo porque síntomas como la apatía o la anhedonia son frecuentes y, aunque no son síntomas de depresión, las personas del entorno tienden a atribuirlos fácilmente a un estado depresivo.

Estos síntomas son más susceptibles de indicar una depresión cuando aparecen meses después del accidente -en las últimas fases del proceso de recuperación- que cuando son muy inmediatos, porque es la etapa en la que la persona adquiere conciencia de que su situación tiene implicaciones a muy largo plazo o, incluso, de carácter permanente, cuando empieza a asumir que su vida no volverá a ser la misma después de la lesión.

Así, síntomas comunes a la depresión y al daño cerebral adquirido serían:

  • Bajo nivel de actividad, apatía, enlentecimiento.
  • Fatigabilidad.
  • Cambios en los patrones de sueño.
  • Cambios en el apetito.
  • Dificultad para controlar las emociones.
  • Falta de iniciativa y de interés por las cosas.

La depresión no es un indicador de debilidad y no debe culparse a quien la padece por padecerla. La depresión es una enfermedad. Una persona no puede superar la depresión simplemente mostrando mucha voluntad o mucho tesón. Es importante recurrir a un tratamiento cuanto antes para evitar un sufrimiento innecesario. De nada sirve esperar.


Buenas prácticas

  • Estimular a la persona para que participe en las actividades que le proporcionaban placer antes de la lesión.
  • Valorar y reforzar sus logros.
  • Conversar con la persona afectada y escucharla atentamente, con respeto y comprensión.
  • Ofrecerle apoyo emocional (paciencia, comprensión, consideración y ánimo).
  • No restar importancia a los sentimientos que exprese la persona afectada, pero darle esperanza.
  • Si la persona hace comentarios acerca del suicidio, comunicarlo inmediatamente al personal médico.
  • Hablar con la persona y escucharla atentamente, con respeto y comprensión.
  • Tratar de implicarle en actividades en el exterior: paseos, ir de compras, ir al cine, ir a misa, desarrollar actividades de voluntariado, etc. aunque si no acepta, no insistir hasta otro día.
  • Animarle a realizar ejercicios aeróbicos y actividades estructuradas.

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