La metodología asamblearia se basa en relaciones horizontales y desarrolla una toma de decisiones igualitaria, en la que todos los miembros tienen la misma capacidad de influencia y decisión. En la asamblea los grupos participan de todas las etapas del proceso, desde la fase de análisis o deliberativa, la resolución de conflictos y la toma de decisiones, pero ha de hacerse de una forma ordenada y clara para todo el mundo y dotándose de dinámicas diferentes para cada objetivo y momento.
Para que la asamblea cumpla correctamente su función es necesario poner en marcha una cierta tecnología asamblearia y unos determinados principios que se resumen a continuación (Lorenzo y Martinez, 2001): (…)
El consenso
Las relaciones horizontales buscan llegar a tomar decisiones preferiblemente a través del consenso. La decisión por consenso es un proceso de decisión que busca no solamente el acuerdo de la mayoría de los participantes, sino también persigue el objetivo de resolver o atenuar las objeciones de la minoría para alcanzar la decisión más satisfactoria e inclusiva. El consenso no persigue excluir a la minoría sino incluirla.
El proceso de consenso es sin duda complejo pero los beneficios son altos, ya que evita conflictos no resueltos y busca la integración de todos los participantes para que no queden excluidos. Además, las soluciones a las que llega suelen ser completas e imaginativas. Consensuar no significa que todo el mundo llegue a pensar lo mismo ni tratar de convencer completamente al resto, sino tratar de acercar las diferentes posturas generando una alternativa que contemple aspectos de todas. Esto implica estar dispuestos a movernos de nuestras opiniones y a buscar el acuerdo, no atrincherarnos en nuestra opinión y ser capaces de modificar nuestro punto de vista.